lunes, 18 de agosto de 2008

Día 38

18/08/2004

Negreira, Olveiroa

He salido del albergue con Attila y hemos caminado juntos todo el día. Hemos sido los últimos en salir, serían eso de las diez.

Casi todo el camino ha estado lloviendo, pero eso no era lo peor. Hacía un viento terrible, era difícil mantener la capa de lluvia en su sitio y resultaba muy costoso caminar, pues el aire venía de frente.

A unos diez kilómetros de Olveiroa hemos parado en el porche de una casa porque llovía en exceso. Teníamos un trozo de chorizo que recogí del albergue y cuando nos lo íbamos a comer ha aparecido la señora de la casa donde estábamos sentados. Muy amablemente, le he preguntado si nos podría sacar algo de pan para acompañar el trozo de chorizo. Tras unos minutos la mujer ha sacado unos trozos de pan. Se lo hemos agradecido mucho. Casi cuando habíamos terminado, la mujer ha salido con un plato con dos muslos de pollo y unos pedazos más de pan. Attila y yo, llenos de alegría, no nos lo creíamos.

Cuando habíamos acabado con la comida aún ha vuelto a salir la señora con dos grandes tazas de café con leche y un paquete de galletas. Yo he quedado muy saciado con toda esa comida. La verdad es que ha sido increíble. Attila y yo nos mirábamos con cara de asombro.

Tras agradecerle una y otra vez todo a la señora, nos hemos marchado. El camino ha sido más ameno desde entonces.

Hemos cogido las últimas camas que había en el albergue. Cuando he salido a la calle, después de preguntarle una cosas a la hospitalera, cual ha sido mi sorpresa al ver a Erasmo paseando por allí con su cámara. He estado un buen rato charlando con él.

He vuelto a cenar conjuntamente con Attila, después él se ha marchado a dormir. Yo me he quedado un rato más con todos los peregrinos que acudían a cenar.

Son ya las once y ya estoy en la cama preparado para dormir. Hasta pronto.

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