jueves, 14 de agosto de 2008

Día 34

14/08/2004

Sarriá, Vilei, Barbadelo, San Silvestre, Rente, Mercado, Mouzós, Xisto, Domiz, Peña Leimán, Peruscallo, Cortiñas, Lavandeira, Brea, Morgade, Derreiros, Cruceiro, Mirallos, Pena, Couto, Rozas, Moimentos, Cotarelos, Mercadoiro, Moutras, Parrocha, Vilacha, Portomarín, Gonzar, Castromaior, Hospital da Cruz, Ventas de Narón

Son las cinco menos cuarto de la tarde y se acerca el momento de partir hacia mi locura.

A todas las personas a las que les he contado lo que pienso hacer les parece que es algo imposible, pero yo, por el contrario, pienso que sí se puede hacer realidad, no digo que vaya a ser fácil, pero no creo que sea imposible.

Además, la gente cree estar segura de su imposibilidad, cree conocer lo que hay en el fondo del barranco sin ni siquiera haberse acercado al borde para mirar. Sencillamente tienen miedo de caer. Y, sin acercarse, sin arriesgarse, solo puedes imaginar lo que hay abajo, pero no ver, ni sentir, lo que en realidad esconde el abismo.

Ya es la hora. Pero estoy tranquilo. Hasta pronto.

…………….

La noche era oscura y la niebla muy densa. A causa de la intensa humedad mi ropa está completamente mojada. Me dolía mucho el pecho y se hacía muy difícil respirar. No conseguía ver nada que estuviese a más de medio metro de mí, lo único que se podía ver era una inmensa manta blanca que me envolvía por completo y que, cuando la luz de mi linterna alumbraba, solo conseguía ver una niebla más blanca.

Sería la una de la madrugada, a la altura de Ventas de Narón, cuando perdí el buen camino. Después de andar un buen rato en dirección errónea he comenzado a dar vueltas por el bosque totalmente perdido. No veía nada, nada que pudiese orientarme. Aún no se cómo, he acabado en una carretera. Después de andar unos 500 metros sobre ésta he podido identificarla. He llamado al móvil a David y, tras informarle rápidamente de mi situación le he dicho que buscara en la guía de carreteras la nacional 640. Tras localizarla me ha indicado la dirección y la salida que debía tomar en la carretera.

Apenas veía los carteles de la carretera, tan solo conseguía leerlos cuando algún coche pasaba. Después de un par de kilómetros he visto una señal del camino de Santiago. Un poco después he visto un edificio con luz y, al acercarme, me he encontrado con un albergue. Por suerte (mucha suerte), la puerta estaba abierta. Una vez dentro me he metido en la primera habitación que había. Se trataba de la cocina.

Y aquí estoy, a las tres de la madrugada, en no sé qué albergue, alumbrándome con la linterna, totalmente empapado y tirado en la esterilla. Esperaré a que se haga de día para proseguir mi camino.

Hasta pronto.

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